ELLAS
Percibo que me tocó la transición en la que el fútbol se popularizó entre las mujeres. En casa por lo menos, el fútbol era un asunto de hombres. Con un padre futbolero y dos hermanos varones, de sobra está entender porque a la hora de la cena se veían los protagonistas (en sus buenos viejos tiempos) y no la novela de moda. Era ya bastante mayorcito cuando asistí por primera vez al Corregidora pues mi padre, para mi mala fortuna, no era Gallo Blanco. El siempre ha sido de Chivas así que mis primeros años transcurrieron sin conocer al equipo queretano. Escuchaba su nombre allá en la lejanía; los domingos pasaba cerca de la diminuta ventanilla de Municipal que daba a la calle de Corregidora. Observaba a la gente pero no sabía que estaban haciendo allí. En resumen, cuando ingresé al Corregidora fue por voluntad propia, y la mayor parte de los aficionados eran varones, el ambiente en la tribuna era distinto, no puedo describirlo con precisión pero las cosas han cambiado desde ese entonces a la fecha.
EL APUNTE
Este día, una buena parte de los asistentes al Corregidora serán mujeres. Es indudable que las damas tienen un espacio en el corazón para el fútbol. Y claro, muchas de ellas están enamoradas de Gallos. Sin lugar a dudas, una de las mejores muestras de amor para un aficionado es que su amiga, novia o esposa lo acompañen al estadio. ¡Cuántas historias deben haber en la tribuna del estadio donde el amor, el romance y el fútbol son los protagonistas! Me gusta ver a las parejas tomadas de la mano, con la playera del equipo, encaminarse al Corregidora. Imagino que primero ellas van con más ánimo de acompañar que por disfrutar el partido. Habrá generalmente un acuerdo previo: si te acompaño al estadio, mañana vamos a comer a casa de mis papás, dirán algunas. Y empiezan a ir estadio una vez, luego dos, a veces con desánimo y la mente lejos de la cancha. Hay ocasiones en las que sufren partidos sordos, aburridos y terminan muertas de aburrimiento. Otras veces, no alcanzan a comprender en que consiste el placer de sufrir. El equipo en la cancha es un desastre, los goles caen en la meta local, la goleada y la vergüenza se consuman, y sin embargo, su acompañante permanece inmóvil, taciturno, derrotado, silencioso. Ellas no alcanzan a comprender como su amado es capaz de paga un boleto para un espectáculo que cuando concluye los deja tristes, no sólo ese día, sino por el resto de la semana. Ellas adoran los compromisos del Sábado: los bautizos, las comidas familiares, las películas románticas, el paseo por la plaza para que los niños se diviertan, asomarse a los limpios cristales de los centros comerciales. Hasta que de pronto, lo impensable ocurre, el milagro sucede: Ellas empiezan a sufrir y a gozar con el equipo, siguen el partido con los ojos atentos y las manos juntas, apretadas, muy cerca de los labios. Lo imposible está hecho: A partir de ese momento ellas son también aficionadas a Gallos Blancos, por fin su corazón se ha teñido de unos colores muy parecidos al azul, al blanco y al negro. Y entonces hacen de la asistencia al estadio un hábito y cada cuál ocupa su lugar, si el lugar que hasta ese momento y para siempre, ya les pertenece el la tribuna. Y sus amigas se sorprenden, ven en ello algo cómico, algo chic, un signo inequívoco de pequeña locura estival.
PARA REFLEXIONAR
Mujeres, gracias por volver posible el milagro de ver a una pareja seguir atenta un partido de Gallos. Ustedes son una parte medular de este equipo. Quiero dedicar esta columna, a un estimado amigo que cumple hoy la mayoría de edad. Un abrazo Ingeniero, y que el equipo en estos momentos de pobres resultados, de banderas a media asta, de horas de juego insulsas, le regale el triunfo, a él y a todos los que profesamos por nuestro equipo un amor incondicional.
manriquemind@yahoo.com.mx
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