viernes, mayo 04, 2007

COLUMNA DE GERARDO MANRIQUE

TRAGEDIA

Y la primavera, los días más felices de nuestras vidas, duraron apenas un suspiro. Jamás pensamos que la felicidad sería tan efímera. Quisimos seguir viviendo en el paraíso, pero fuimos expulsados. Once meses después del ascenso, un día Domingo también, el equipo dejaba de existir en la cancha del Jalisco, ante la tristeza de los miles de aficionados que hicieron el viaje más memorable del que se tenga recuerdo entre la Comunidad del Gallito. Gallos fue local en el Jalisco. Todo pintaba como un día de fiesta a pesar de que los números no nos daban muchas esperanzas. La pasión se convirtió en una broma macabra del destino apenas al minuto quince de la primera parte. El resto del partido fue una pesadilla y cuando el reloj marcó las seis en punto, se decretó una muerte largamente planeada y anunciada. El Querétaro nuevamente estaba en el inframundo del fútbol nacional. El regreso de Guadalajara fue largo, casi eterno, una caravana fúnebre con resabios de malos presagios. Cada cual a su manera iba lamiendo sus heridas. Miles de corazones podridos de latir por estos colores, se declararon clausurados, cerrados por obras, en remodelación, en auditoria, en fase terminal, en bancarrota, en números rojos, en muerte provisional. En Querétaro, justo después del partido calló una lluvia atípica, brutal, de esa que saca gusanos de la tierra, que desata malos espíritus, que hace ladrar a los perros. Y entonces, los que aún teníamos un soplo de vida, dejamos libres las lágrimas saladas y azules más amargas en mucho tiempo. Lágrimas de esas que hay que guardar para cuando valga la pena. Las reseñas de ese Domingo, quedarán escritas entre gotas de tinta negra en el bloc de pergamino que guarda las historias más amargas de nuestro equipo. Y, por primera vez en mucho tiempo, los que somos identificados como infatigables seguidores de este equipo con más mitología que historia, no fuimos molestados ni en la escuela ni en el trabajo, con los burlones reproches de nuestros detractores. Nadie se atrevió a decirnos palabra alguna. Ni las moscas volaban, no nos dijeron nada. Todo era silencio. Sin temor a exagerar, esa noche y hasta el día siguiente, una parte de la ciudad estuvo de luto, y la otra mitad guardó silencio respetuoso ante la más reciente tragedia.

EL APUNTE

Y yo, amigo lector, que deseaba con toda el alma buscar las palabras precisas que dieran forma al escrito más hermoso del mundo que jamás se haya dedicado a equipo alguno después de una jornada triunfal, tuve que guardar en un cajón y bajo llave, las palabras gracias, milagro, sublime, alegría, felicidad. Y borrar de la memoria por mi propio bien, esas imágenes de días anteriores con niños felices enfundados en playeras de Gallos, de banderines en los autos, de gritos de ¡Si se puede!, de un estadio Corregidora lleno de ojos y miles de corazones latiendo al unísono. En lugar de todo eso, tengo que arrebatarle frases a la desilusión y la tristeza, las únicas musas que me han venido a visitar esta semana. Y, en estos días, ¿Cómo explicarles a los niños que ya no se verán los partidos de Gallos por la tele, y que el Corregidora será un cementerio enorme de cemento con dos mil almas en pena durante al menos un año?. ¿Y como hacernos a la idea de que otra vez jugaremos contra rivales de nombres tan extraños y sitios tan lejanos que no nos dicen nada?. ¿Cómo asumir tan pronto la cruel realidad de ser otra vez, un equipo de la A?

PARA REFLEXIONAR

Comprendo que este dolor ira menguando conforme pasen los meses. Sé bien quienes somos inquilinos permanentes de este edificio en ruinas y a punto de derrumbarse llamado Querétaro Fútbol Club. Ustedes no me preocupan, sé que estarán allí, porque olvidarán la lección que tanto nos lastimó el Domingo pasado. Sé que hace once meses subimos con Gallos, y hoy, nos vamos también con él de regreso a la A. Me preocupan y me duelen más los que estuvieron a punto de renunciar a su playera alterna y casi se enfundaban para siempre en la de Gallos. Ellos son mayoría y los necesitamos. Se perdió una oportunidad hermosa de acrecentar en miles, a los verdaderos aficionados de Gallos Blancos. ¡Otra vez será! Todo se ha perdido...¡Menos el orgullo!

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